Punta del Este cumple 115 años: un paraíso en permanente cambio

Un siglo y quince años cumple hoy Punta del Este . El 5 de julio de 1907 el entonces presidente Claudio Williman promulgó la ley N .3186 que bautizó oficialmente a la Península. La norma no hizo otra cosa que reconocer una realidad, ya que todos denominaban al hasta entonces pueblo Ituzaingó como la Punta del Este. Nadie soñó ni imaginó, que ese día nacía un balneario que se haría mundialmente famoso y que en pocos años se transformaría en una de las zonas económicas más dinámicas del Uruguay.De 1898 data el primer plano de mensura de la Península y en él se publicitaba así la zona: " La localidad balnearia más importante del Río de la Plata, por la excelencia de sus aguas y de sus baños, por la comodidad de sus playas y la pureza de sus aires. Recomendada en los últimos años por los médicos más afamados de la República Oriental y Argentina, para los enfermos del estómago, para los anémicos y en general a las afecciones adquiridas en el ejercicio del trabajo...". Y más adelante se indicaba la forma de llegar allí: "Un vapor que hace el viaje directo de Montevideo a Maldonado, en siete horas de día o de noche, cobrando tan solo cuatro pesos el pasaje". Y por tierra "de Montevideo a Punta del Este, en un día, utilizando el Ferrocarril a la Sierra, pasando por Maldonado que dista solo seis kilómetros de la Punta del Este y cuyo Ferrocarril en un plazo cercano llegará al mismo pueblo". Debieron transcurrir diez años para que el tren llegara a Maldonado y veinte para que lo hiciera a la Península.Punta del Este fue desde sus orígenes el lugar preferido por un reducido núcleo de familias argentinas de altísimo poder económico, que a su vez trajeron a europeos que vivían en Buenos Aires y que estaban a cargo de bancos y empresas internacionales. Y en menor cantidad, familias uruguayas, entre las que se encontraban los Burmester, los Behrens y los Gorlero .La relación bien puede decirse que fue un 70 por ciento de argentinos y europeos y un 30 por ciento de orientales. ¿Qué atrajo a esos argentinos que habitaban lujosísimas residencias en la Recoleta y Barrio Norte de Buenos Aires? La aventura. Llegar a un lugar perdido y vivir, dos o tres meses al año, en un paraíso donde la naturaleza se expresaba en su más puro estado. Un lugar donde desde un mismo punto se podía contemplar el amanecer y solo había que esperar el transcurso de las horas para poder apreciar el atardecer. Una Península con un faro, poblada por un puñado de pescadores, y rodeada...

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