Renegados

Oficialmente, Salvador Sánchez Cerén, el candidato del FMLN, ganó las recientes elecciones salvadoreñas. Así lo declaró el Tribunal Supremo Electoral del país frente a las impugnaciones de ARENA. La diferencia entre los dos partidos apenas excedió de 6 mil votos. Una minucia cuando se sabe que votaron casi tres millones de personas.

ARENA pidió el recuento y no se lo concedieron. La ley no estaba de su parte. Norman Quijano tuvo que conformarse con una victoria moral. Nadie esperaba un resultado de esa naturaleza, especialmente porque el FMLN le había sacado más de diez puntos en primera vuelta. Parece que el matadero venezolano de estos días les recordó a los salvadoreños que el radicalismo revolucionario puede acabar en baño de sangre.

Ahora Sánchez Cerén, comunista, ex guerrillero, se enfrenta a un amargo dilema. A partir de junio, cuando asuma oficialmente la presidencia, ¿se dedica a hacer la revolución que le pide su corazoncito marxista-leninista? ¿O acepta que el suyo es un país muy pobre, dolarizado, abatido por los mareros, dividido en mitades hostiles, y cuya principal fuente de ingresos son las remesas de los emigrantes, panorama que desaconseja agregar una peligrosa fricción política?

Sería el cuarto hijo de Fidel Castro colocado en esa tesitura. Los otros 3 optaron por abrazarse a la realidad y abandonar la utopía.

El uruguayo José (Pepe) Mujica es uno de ellos. La revolución cubana le sorbió el seso, como a Don Quijote los libros de caballería, y cuando era joven acabó embarcado en la sangrienta aventura de lostupamaros, grandes culpables del descalabro de la ejemplar democracia uruguaya. Cuando terminó la dictadura militar Mujica se integró en la vida...

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