La revancha de la historia

DIEGO FISCHERSu destrucción fue una pérdida sin sentido y un golpe arbitrario propio de aquellos años de censura, proscripciones y exilios forzados. Me refiero a la demolición del conventillo Mediomundo, allá por 1976. Una resolución municipal ordenó el desalojo de los habitantes que ocupaban sus 54 piezas; argumentando peligro de derrumbe. Y en menos de 48 horas el legendario edificio de Cuareim 1080 entre Durazno e Isla de Flores, fue echado abajo.En vano resultaron los reclamos de vecinos y las tímidas críticas que se lanzaron desde la amordazada prensa de entonces en los días previos a su destrucción.¿Qué sentido tenía mantener en pie ese edificio habitado por negros que lo único que sabían hacer era tamborilear y bailar candombe como los dioses?Pero así pensaba la mayoría de los hombres y mujeres que regían en aquella época los destinos del país. Y de ícono del Candombe el Mediomundo pasó -en cuestión de horas- a ser un enorme baldío.Así permaneció durante décadas; hasta que una empresa privada con financiación del Banco Hipotecario decidió construir un edificio de apartamentos que emula aquel pintoresco lugar donde las sábanas blancas siempre ondeadas por el viento y los rostros oscuros de los hombres y mujeres...

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