Revelación y cambio

ES CURIOSO, si no claramente regresivo, cómo después de décadas de hablar del tema de la lectura y de la necesidad de tener una política para desarrollarla y profundizarla, visto que eran inocultables en ese campo enormes carencias, lagunas inmensas, incompetencias impresionantes, cómo después de numerosas campañas, públicas y privadas para descubrir el gusto por leer, cómo después de crear estructuras que se ocuparon de ello en los más diversos ámbitos, hay gente, ilustrada y acaso lectora, que sostiene, como si fuera un acto de suprema justicia, que a fin de cuentas leer no es tan importante, que un libro no tiene por qué ser sacralizado, que hay muchas otras maneras de conocer la realidad y, en consecuencia, que defender el libro y la lectura viene a ser reaccionario y despótico. Se preguntan esos ciudadanos, casi con indignación, aunque saben leer y tienen libros en sus casas y aun a veces los escriben, por qué demonios se quiere forzar a poblaciones que viven en estado de beatitud a realizar un acto que es tan sólo natural, sospechosamente espontáneo y más bien deliberado, para ciertas personas, pocas, que solapadamente viven refugiadas en algo tan deleznable como lo que se llama "alta literatura" o "alta cultura".UN CRIMINAL DEPRIMIDO.Dicho así es evidente que hay un conflicto que antes se conocía como "ideológico" y cuyos términos, antagónicos, podrían ser "civilización" y "barbarie", de gran linaje, o, menos clásicamente, "intelectuales" y "pueblo" o, más filosóficamente "pensamiento" y "acción" o, más pragmáticamente "pensar" y "vivir". Todo desemboca en "lectura" o "no lectura", como si "no leer" fuera una virtud del espíritu y "leer" un pecado contra la carne. Se queda uno perplejo cuando se percibe que al decir cosas como éstas se persigue tirar abajo siglos de intentos por democratizar el conocimiento, desde Gutenberg en adelante, por no hablar del simple e inexplicable placer de la lectura y su especial cualidad de hacer florecer la fantasía, díganlo si no los niños que aman más los libros que los dulces. O también se quiere decir, como si se intuyera para dónde va el mundo, que la civilización del libro, o sea, de alguna manera, la civilización de la cultura, ha perimido o está a punto de hacerlo, sólo, y ésta sería la deleznable razón, porque existe algo que se llama calle o, peor aún, televisión, o porque no se lee tanto como debería hacerse. Aquello es torpemente falso, esto es verdadero: se lee poco y eso lleva a algunos a creer...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR