La risa como un servicio infalible

Jorge AbbondanzaHacer reír al público no es una empresa fácil, y nunca lo ha sido desde Aristófanes hasta Neil Simon. En teatro (y también en cine o en televisión) exige del comediógrafo una puntería capaz de burlarse de las debilidades del hombre, de las relaciones que mantiene con los demás, de los conflictos entre ambos sexos o de la política bajo la cual vive la gente. Desde la era gloriosa de los clásicos griegos, pasando por el Gran Siglo francés, el Siglo de Oro español, el Hollywood de los comienzos del sonoro o la Italia de posguerra hasta la actualidad, la comedia ha sido un instrumento infalible para desahogar tensiones sociales o liberar presiones emocionales en la concurrencia, arrancándole esa manifestación de gozo colectivo que suele expresarse a través de la risa.En el fondo eso supone una búsqueda de la alegría que puede parecer un ejercicio sencillo a quienes lo disfrutan, sobre todo cuando está servido por actores de talento y por un diálogo afilado, pero exige una preparación y un instinto nada comunes. Frente al prestigio que tiene la solemnidad del género dramático, la comedia aparece a veces como un desafío menor, pero puede ser un lenguaje más difícil de ajustar que la tragedia, y quizá más necesario para que el regocijo sirva de ventilación a un estado de ánimo personal o a todo un núcleo social.Hablando de esa...

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