La selva y su poeta

"Me doy al barro,para crecer en la hierba que amo".Walt WhitmanESTE VERSO, gota sonora en el inmenso torrente poético de Whitman, ha sido, por su sentido de universalidad, el motor espiritual del poeta de la selva guaraní, Manuel Ortiz Guerrero.Lo expresó, sí, el gran viejo de Manhattan golpeando sobre el yunque del mundo para forjar la poética democrática; pero bajo todos los cielos lo tuvieron los hombres que pensaban en su pueblo o, como ocurría con Machado, hablaban por su pueblo.Así como un eco que va en busca de su voz, perdido en la maraña, vivió su verso y su sueño este mozo torturado y magnífico. Podríamos decir que sin proponérselo casi, Ortiz Guerrero tradujo el paisaje y el verbo de su pueblo.Sin proponérselo, porque él nunca intelectualizó su vida. El rumbo le venía porque sí, "como fluye y triunfa la delicia fresca de la primavera que sube en la vena".Usó el español, pensó en español, escribió en culta palabra el nombre del árbol y la estrella, la romanza arisca que curva las caderas de las deidades indias "copiando un recodo de azul Paraná".Pero todo eso, sumado a lo intraducible que quedó temblando dentro de él, lo sintió en guaraní. Su inteligencia ordenaba los impulsos que le venían del fondo de su sangre, río crecido.Antes que la flor, vivió el drama del árbol herido bajo el hacha.Vio la savia brotando lloros sobre la corteza destrozada. Vio la arena ardiente absorber los jugos de la vida.La selva es una prisión mágica. En ella se conjuga el verbo de todas las religiones, porque caben en ella todos los misterios.No tiene lejanías. Todo está "ahí".Frente al árbol innumerable pinta el ave su gozo mañanero con la voz todavía húmeda de ocasos.Agonizan cerca todos los ecos. El sobresalto ofensivo y defensivo marca un norte en la vida del hombre, del animal y la planta.El hombre tiene la frente como modelada en el atisbo del ave, y sus ojos se achican para descubrir algo en la maraña, o para contener el torbellino de su mundo interior.Todo sonido queda prisionero de la selva. Todo nace y muere en juventud. Belleza bárbara, que ayuda a la definición de seres y cosas.El que no sucumbe pronto es ya un héroe. Y debe ser doblemente heroico quien al morir logra salvar su mundo.Su mundo, su estrella o su flor, que son, al fin, el alma del paisaje, la esencia de la selva.Pero hay alguien de la selva que logra evadirse.Y cuando lo hace, se larga a correr por el mundo llevando el...

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