Sentir

TENNESSEE WILLIAMS (1911-83), atormentado, alcohólico, homosexual (aunque no se disfrazaba de plumero como Capote) fue uno de los pocos grandes dramaturgos del siglo pasado. Digamos que en el siglo XX el dueño del teatro fue el director y no el texto; la fabulosa sombra de Artaud cerró y abrió puertas que aun hoy producen gran teatro, pero no grandes textos teatrales. Se me contestará que fue el siglo de Bertolt Brecht y Peter Weiss o Heiner Müller, del teatro del absurdo (Beckett, Ionesco), de Genet, de Valle-Inclán; pero si reunimos todo lo hecho en todo el mundo, en todo el siglo, obtendremos un repertorio escaso, unas veinte o treinta piezas de auténtica jerarquía. El teatro isabelino produjo un centenar largo de obras inalcanzables, casi nada frente al innumerable teatro clásico griego. Esta apreciación, muy discutible, polémica, riesgosa, infundada y errónea, se la regalo al lector para sus reflexiones matinales y vespertinas. Volvamos a Williams: bigote, cigarrillo y champán. Este sureño hipersensible, pese a ocasionales impulsos autodestructivos, fracasos estrepitosos y otros desastres, se fue afirmando y logró construir una obra extensa que no tiene parangón en el teatro mundial.Prescinde de todo intelectualismo estéril. Williams habla de los sentimientos y las pasiones, de los amores gastados o traicionados, de esas criaturas débiles que no...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR