Ni para servir el café

Cosas chicas para el mundo pero grandes para mí: así dicen los versos de Mi Tapera de Elías Regules. Así deben decir -y así deben sentirse- los cientos o miles de ahorristas del Banco Hipotecario del Uruguay que son exprimidos, mes a mes, con las unidades reajustables que tienen que pagar y pagar.La situación de esos compatriotas es la siguiente: compraron una vivienda mediante un préstamo del Banco Hipotecario fijado en unidades reajustables. El monto de la deuda así fijada en el origen lleva a que, con el correr de los años y aún pagando religiosamente las cuotas en fecha, hoy deban más que X años atrás cuando compraron su casa. Es más: hoy deben una suma en dólares superior al valor de mercado del inmueble; pagaron fielmente, deben más que antes y su deuda supera el valor actual del inmueble que compraron.Esos compatriotas -que son muchos compatriotas- han hecho gestiones ante las autoridades del banco. La respuesta que allí reciben es que sus reclamos son razonables pero no es posible atenderlos sin comprometer el equilibrio financiero del Hipotecario. O sea que el Banco Hipotecario, en las manos en que se encuentra, declara que no está para ayudar a los uruguayos a comprar su vivienda sino al revés: los uruguayos que sacaron los créditos están para sostener al Banco.Cuando esos ciudadanos, ya desesperados, han recurrido al ámbito político -dirigentes y legisladores del Frente Amplio de cualquiera de sus sectores- han recibido como respuesta una serie de evasivas que dibujan un característico doble discurso. Descifrada la jerigonza queda lo siguiente: el gobierno no puede obligar al Banco Hipotecario a ajustar sus costos y reducir su déficit apretándose el cinturón porque eso...

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