La sociedad y los valores

La mayoría de las opiniones que se ocupan de la crisis de valores de nuestra sociedad transitan cansados caminos conservadores. Casi siempre se reivindica a la familia nuclear de los años 50, con la mujer ama de casa y subordinada a la autoridad patriarcal; se pone en tela de juicio los avances de la libertad individual sexual, religiosa, social y de género y se invoca con nostalgia un orden tradicional que debiera de ser restaurado.Quienes desde esta perspectiva se quejan de una crisis general de valores actual debieran de asumir que su visión está claramente divorciada de lo que la mayoría del país piensa en torno a estas cuestiones. La sociedad uruguaya de hoy, como una más de Occidente, acepta de buena gana las ventajas de una mayor libertad individual y el amplio pluralismo cultural y de valores que trajo consigo la posmodernidad de fines del siglo XX. Sobre todos estos asuntos sociales ya no hay vuelta atrás. Y, francamente, mejor que así sea.Sin embargo, hay una dimensión explicitada por los estudios de opinión que Zuasnábar ha hecho en estos años que sí está vinculada a cierto talante crítico: se trata del reclamo social de un ejercicio más vigoroso de la autoridad. Los uruguayos están percibiendo que ella no se ejerce como se debería, desde el cotidiano social hasta el liderazgo más político. Si aquel viejo dicho de “relajo pero con orden” fuese pertinente para entender este asunto, hace ya algunos años que la sociedad está percibiendo demasiado relajo y poco orden.Aquí hay antes que nada una responsabilidad social de las elites. El propio presidente ha fallado en su función simbólica de ser ejemplo en este sentido. La guarangada y el agravio cotidiano, la relativización de la palabra empeñada, la exuberancia...

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