La tarde más celeste de todas

COLONIA/ JOSÉ MASTANDREALa Avenida General Flores, la principal de la ciudad de Colonia, estaba embanderada de celeste y blanca. La mayoría de los restoranes lucían colores celestes y blancos, algunos hasta decorados especialmente para la ocasión: en los macetones de las veredas, donde se apiñan los decks, colgaban globos y enseñas. Los negocios vendían banderas, camisetas, pelotas, fotos del plantel seleccionado, todo lo que tuviese que ver con Uruguay. No era un sábado más.Era un sábado especial, diferente, un sábado lleno de emoción y de pasión.Por eso no extrañó ver largas colas frente a las distintas entradas del "Alberto Suppici". A las 13:00, cuando abrieron sus puertas, ya había cientos y cientos de personas. Media hora después, las colas daban vuelta al escenario. Una locura, realmente, una sana locura por la selección. A la hora del partido, no cabía un alfiler. Por los altavoces del estadio se pedía la colaboración del público. "Si pueden tengan a los niños en la falda para permitir el ingreso de otra persona". Gente apilada en todos lados. Afuera, sobre los muros, en la cancha, en los alrededores.Pero la pasión no fue sólo para los más chicos, también contagió a algunos protagonistas del encuentro benéfico. Sergio Bone, el árbitro de la contienda, carpintero de oficio, se llevó como ofrenda la camiseta de Diego Lugano. Y José Miranda, uno de los líneas, de profesión militar, se llevó la casaca de Andrés Scotti. Peter Cajes, pintor de oficio y...

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