El último lancero
Autor | Martín Bentancor |
Páginas | 12-17 |
Contraargumento/ Año II/ N°19/Diciembre 2019
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EL ÚLTIMO LANCERO
or las noches sueña con ellos. Tienen barbas largas como la
suya; manos callosas como las suyas. Ponchos deshilachados ue han
sido blancos y ue ahora son grises. Sombreros llenos de polvo.
Barbijos ue se hunden entre las barbas y se ciñen a las mandíbulas.
Por momentos son tan viejos como él y, como él, doloridos en las
espaldas, en las piernas, en las axilas. Marchan en caravana por los
cerros con las lanzas en las manos.
Los ve escalar el último cerro siguiendo al general. Ese viejo ue los
guía se está muriendo. Por la mañana lo vio escupir sangre y tapar el
gargajo con la bota cuando alguien se acercaba. El general los guía
por el cerro más alto de la región porue ha escuchado el zumbido
de las naves al otro lado del Río Negro. Vuelan bajo, dijo
taloneando al lobuno. Y hacia allí han subido. Comienza a
anochecer. Han alcanzado la cima cuando aparecen los aviones. Ve
el terror ante la cercanía de las naves. Ve a los lanceros aprontarse.
Ve a la primera columna apoyando las rodillas en tierra y
apuntando. El viejo sonríe y levanta el sable y grita no sé ué cosas
del partido y del gobierno. Los aviones abren fuego sobre los
gauchos con lanzas y los matan a casi todos. El general se tira al
suelo y se esconde entre las ancas del lobuno muerto. De la primera
columna no ueda nadie. De los lanceros, dos o tres.
Se despierta con el grito de muerte del general. Las brasas ya se
apagaron entre las piedras. Las cenizas aún están calientes. Las botas
P
Martín Benancor
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