Venecia muere tras una lenta agonía

Un cartel luminoso en una farmacia junto al puente de Rialto lleva la triste cuenta de los vecinos que quedan en el centro histórico de Venecia. Son 56.683. A mitad del siglo pasado eran el triple. El turismo de masas desbocado ha robado el alma a la ciudad.ynbsp;Ha borrado su ecosistema tradicional y la ha convertido en un parque temático que es, a la vez, su sustento y su tragedia. El país de la belleza no acierta a gestionar de forma adecuada los flujos del turismo. Alcanza con ir a las ciudades más visitadas de Italia, Roma y Venecia, para descubrir que sus ayuntamientos no saben o no pueden -o no pueden porque no saben- responder a la proliferación de cruceros y vuelos de bajo costo que se ha disparado en los últimos años. "La gente escapa porque solo hay empleos de camarero o limpiador", explica un empleado municipal.En el centro histórico de Venecia apenas residen unas 57.000 personas de las 174.000 que vivían a mediados del siglo pasado. Los venecianos sostienen que el turismo le robó el alma a la ciudad, y que la verdadera Venecia ya no existe.Cada día, desde la ventana de su taller de restauración de muebles antiguos, junto al Ponte dei Barcalori, al lado del teatro de La Fenice, Bruno Rizzato escucha a los gondoleros repetir una y otra vez que en el palacio de enfrente vivió Wolfgang Amadeus Mozart durante el carnaval de 1771, cuando solo tenía 15 años. Los turistas asienten y disparan sus cámaras fotográficas ante una placa de mármol blanco que, desde 1971, recuerda al "muchacho salzburgués" que convirtió la música en "purísima poesía".-Pues es mentira. Se trata de un falso histórico. En realidad fue aquí donde vivió Mozart. Si no me cree, vaya al conservatorio. Allí se guardan aún las cartas que su padre le escribió a esta dirección. Pero las autoridades, tal vez porque se equivocaron o quizás porque aquel edificio es más bonito, colocaron allí enfrente la placa con motivo del bicentenario. El caso es que los periódicos publicaron el error, pero, como es natural tratándose de Italia, allí se quedó la placa y aquí sigo yo, escuchando cada día, una y otra vez, la mentira repetida en todos los idiomas. Otra más de las mentiras en que se ha convertido Venecia.Bruno Rizzato es el último de una estirpe de restauradores venecianos que se remonta a 1880. Se sabe una especie en extinción. No tanto por su oficio de restaurador de antigüedades -"aunque ahora la gente prefiere los muebles de Ikea, todo blanco y cristal"-, sino por su linaje veneciano. "La...

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