El vicio que crece

El tema del juego, vicio social milenario, ha sido siempre materia de debate. Y cada vez lo es más en la medida en que las sociedades son más prósperas, las oportunidades de ocio mayores y las tentaciones se amplifican por la televisión, Internet y los mil y un medios de comunicación.Tradicionalmente, nuestro Estado prohibió el juego hasta que, en 1911, se dicta la gran ley de la segunda Presidencia de Batlle y Ordóñez que autoriza los casinos a condición de construir hoteles. De ese modo nacieron el Parque Hotel y el Hotel Carrasco y así se generó una tradición hasta hoy sostenida: que toda excepción a la prohibición se hacía por ley y siempre a cambio de alguna obra de gran impacto edilicio y social, que repartiría además sus ganancias en cometidos de orden social. Los últimos exitosos casos fueron el Conrad, el Hotel Carrasco y el Hipódromo de Maroñas.Basta hacer esta historia para advertir que el proyecto del Poder Ejecutivo, de marzo de 2014, es, aparte de su discutible constitucionalidad, un intento de atribuir a un órgano del Poder Ejecutivo la facultad omnímoda de regular el juego y otorgar los permisos a su voluntad. Se saca al Poder Legislativo de la decisión, tal cual ha sido la buena tradición histórica. El riesgo es que en el clima de arrebato en que está hoy el oficialismo, así como se pretende instaurar una ley de medios, se intente también imponer una mayoría que sancione este atropello.En paralelo a este debate hay una realidad que nos muestra dos aspectos igualmente peligrosísimos: los slots o máquinas tragamonedas y los juegos por Internet. Las primeras se han difundido como una marea, que viene creciendo desde hace años, al punto que hoy se habla de 15 mil máquinas clandestinas, a la vista y paciencia de todo el mundo, en bares, clubes sociales, panaderías y hasta gimnasios. Existe ya una sociedad gremial que representa a quienes explotan este juego y que alegan una especie de “democratización” del sistema. Comprendemos que a los negocios de barrio, castigados por todos lados con impuestos, no les viene nada mal una ganancia extra, pero lo que está en juego aquí es un interés colectivo mucho mayor.No es posible que el Estado resigne su monopolio, que se quiten ingresos a los casinos del Estado y del gobierno departamental con sus conocidos destinos sociales y que esto es lo peor se difunda el vicio sin ninguna contrapartida a la colectividad. Es la peor forma de privatización. Estas máquinas están al alcance de jóvenes y niños y vienen...

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