Su vida cambió en un minuto

El arquero Juan Obelar vivió, el lunes pasado, el peor día de su vida. Estaba solo en el taller de carpintería de su cuñado, preparando unas maderas para instalar una mesa en la barbacoa de su casa, cuando la máquina le cortó los cuatro dedos de su mano izquierda.Sólo atinó a apretarse la mano y salió como loco a la calle. Un vecino de Camino Maldonado lo alcanzó hasta la casa de sus padres, que creyeron morir cuando lo vieron. Un móvil de Policía Caminera lo trasladó al sanatorio. Su hermana fue la encargada de avisarle a su esposa, y esta, a los hijos de ambos de doce y nueve años.Esa misma noche fue intervenido quirúrgicamente en el sanatorio de Médica Uruguaya, Ayer, aún shockeado por lo sucedido, dolorido y bajo los efectos de los calmantes, dialogó con Ovación."Por momentos me siento decepcionado, dolorido. Por otros estoy como perdido", cuenta. "Anoche me pasó que por momentos me dormía y me despertaba con mi imagen de agarrándome la mano en el momento del accidente. Eso me perturbó bastante en la noche".Lo que le sucedió a Obelar es una situación traumática para cualquier persona, pero mucho más para un arquero. "Duele la forma en que me pasó. Y dejar de lado lo que esperaba para el futuro. Los proyectos, los objetivos. Y me pasa por una cosa que no tiene nada que ver con mi profesión ni con mi trabajo. Que algo así me corte toda posibilidad de seguir, duele".El arquero terminó contrato con Fénix, el último equipo que defendió en junio pasado y esperaba volver a salir al exterior en enero. "Tengo 34 años y siendo arquero todavía tenía unos cuantos años de carrera por delante. Siempre tomo el ejemplo del `Loco` Contreras que tiene más de 40 años y sigue atajando y haciéndolo muy bien. Pero me tocó esto y tengo que seguir adelante, porque tengo una familia, por mi señora y mis hijos",Es justamente, al hablar de sus hijos, Gonzalo de doce años y Bruno, de nueve, que se quiebra. Y no puede evitar el llanto. Pide disculpas, se pasa una toalla por la cara y sus amigos y compañeros, que habían salido de la habitación y esperaban en el corredor, vuelven a entrar al percatarse de sus lágrimas."Mis hijos estaban sockeados, el del lunes fue un día terrible. Y todavía no volvieron a verme. Pero lo van a hacer", dice con palabras entrecortadas. No puede seguir hablando. Cambia el tema y se refiere al destino."Todo tiene un propósito. Las cosas siempre pasan por algo. Me tocó pasar esto, aunque no sé por qué puede pasar algo como esto... Soy creyente y eso me...

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