David y Goliat

Hablamos de sindicatos de segundo orden, cuyos dirigentes no solo no son elegidos democráticamente sino que en la mayoría de los casos no conocen en lo más mínimo el problema concreto que desató el conflicto.

La huelga es un derecho consagrado en la Constitución de la República, aunque podamos pensar que es una herramienta de otra época y que hoy existen otros medios derivados de la equiparación de fuerzas entre los empresarios y trabajadores.

Aunque este derecho no es absoluto ni mayor a ningún otro, Goliat se instala en distintas empresas, amedrentando a trabajadores, intentando imponer su posición, que lejos está de los intereses y derechos de trabajadores que quieren trabajar.

Esa fuerza arrolladora y creciente no recibe límite alguno por parte de autoridades, pero comienza a ser enfrentada por individuos aislados, hartos de los conflictos organizados por personajes arrogantes, renuentes al diálogo, solo con la razón de la fuerza e imponiendo miedo, con el objetivo de lograr sus propios intereses.

Una valiente señora, en un conflicto originado por un despido en un frigorífico de Salto, enfrentó a quien, a ojos vista, no representaba a los trabajadores y les impedía entrar a trabajar, actuaba con la tranquilidad de quien no ve menguados sus ingresos pues los tiene sin trabajar y probablemente reciba algún complemento del sindicato. Recordemos que las empresas están obligadas a recaudar de los empleados que estén afiliados a los sindicatos y verter a las arcas de estos últimos, quienes luego transfieren parte del botín a los sindicatos de segundo grado, sin que estos, en muchos casos, den cuenta de la utilización de dichos fondos.

Recientemente en Santa Clara de Olimar los vecinos enfrentaron a un grupo del Pit-Cnt, ocupando una gasolinera, reclamando...

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