No entrar en ese juego

Páginas7-8
DERECHO
Publicación semestral de la
Facultad de Derecho de la
Universidad de Montevideo
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ISSN: 1510-5172
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por los autores de cada obra
publicada en esta Revista, son de su
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Año XII (2013), Nº 22
Revista de
MENSAJE DEL DECANO
No entrar en ese juego
Los problemas sociales, económicos, políticos, éticos o filosóficos
existieron desde que el hombre pisó este mundo. Muchos de ellos
son recurrentes y dada nuestra propia condición humana, no son ni
serán fáciles de resolver.
Desde antiguo pero también en nuestros días, da la sensación de
que existe un grupo de personas que siguen pretendiendo encarar-
los y resolverlos en términos maniqueístas. El Maniqueísmo es una
postura que proviene del pensador persa Manes (215 – 276 DC) y que
sostiene que hay dos fuerzas opuestas, la del bien y la del mal. Esas
fuerzas estarían en eterna contradicción y su lucha sería inevitable a
lo largo de la historia. Así encaradas las cosas el maniqueísmo deviene
una ideología que todo lo reduce a lo bueno y lo malo, lo blanco y lo
negro, lo positivo y lo negativo, sin posibilidades de contacto entre
unos polos y otros. Así por ejemplo, el liberalismo radical enfoca
todos los problemas económicos en términos de ausencia o presencia
de libertad, entendiendo a la libertad desde un solo punto de vista:
la libertad económica y de elección de acciones por encima de cual-
quier otro valor. Otra ideología que tiene rasgos maniqueístas es el
marxismo; en su mirada filosófica, económica y social, todo se reduce
a la lucha de clases y el cielo en esta tierra se obtendrá el día que las
clases desaparezcan. Ello tamizado con una visión anti-religiosa (la
religión adormece a los pueblos como el opio) y materialista de la
historia (todo lo espiritual está condicionado por la materia).
En definitiva estas posturas ideológicas y muchas más, le asignan
al bien o al mal una sola fuente que es la que hay que combatir o pre-
servar respectivamente. Entonces las visiones se tornan dicotómicas
y simplificadas: todo se reduce a combatir y destruir el polo opuesto.
No existe la posibilidad de términos medios, de matices, de zonas con
claroscuros: todo parece sencillo y se reduce a enfrentar, combatir y
hacer desaparecer de la faz de esta tierra a quien se encuentre en el
lado opuesto. Esta visión reduccionista y simplificada de la política,
la economía y de la vida misma es lo que en otras oportunidades
hemos designado como anti-hismo crónico.
Con esta perspectiva y postura, la gestión pública será el bien y la
gestión privada el mal (o vice-versa), el empleado será el ángel y el
empleador el demonio (o al revés), lo nacional y local será lo auténtico
y positivo y lo extranjero, invasor o imperialista devendrá lo nega-
tivo y malo (o lo contrario), el capital será la salvación y el trabajo la
condena (o al revés), la empresa el avance y el sindicato el retroceso
(o vice-versa), el campo será la pureza y la industria la corrupción
(o a la inversa) y podríamos seguir con un largo etcétera.
Este enfoque dicotómico, reduccionista y simplificante también se
extiende a otras áreas: la razón se opone a la religión, la libertad se
opone a la verdad, a la obediencia y al compromiso; la normatividad
y el orden se oponen a la espontaneidad, a la anomia “liberalizado-
ra” y al caos “creativo”; la limpieza e higiene (personal y pública)
así como la corrección en el hablar y el vestir se ven como opuestos
a la autenticidad, la tolerancia y el principio de no discriminación.
Todo lo que provenga de las - a veces muy arbitraria y confusamen-
te - llamadas izquierda o derecha será mal o bien visto según cómo

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